miércoles, 22 de enero de 2014

El Sol a 45º por encima del horizonte.


Cuando la nada se diluye, todo vuelve. Las ideas que abandone, hoy me rodean trayendo el sentir atrapado. En la oscuridad toman su forma. Inlavables, actúan como sombras. Sin luz que disminuya su tortura. Como el agua salada, resultan insaciables.
Hoy las ideas me ahorcan, al igual que todo lo que deje en el olvido y acabo por regresar conmigo.  Su insaciabilidad me hace intragable. Intragable ante todo. Después, sola sin nadie. Sola sin mí en este enfermo mar de soledad no ubicado, de un tacto áspero, con groso aroma, donde en su densidad me ahoga. Asfixiada.
No hay corriente en este encierro de emboscada contra mí, sin yo. Llevo una tormenta sin dueño aquí, tan dentro, sin mi. Vuelvo a volver. Vuelvo a volverme la cara en alta carcajada, observándola por el rabillo del ojo. Está chillando, llorando sangre. El trauma rasga su mirada. Asfixiada, cae el espejo. Cae el espejo y la pierdo(nos perdemos). Taponando cada arteria de esta vida. De esta vida insana. Conteniendo ambas caras. La cara enferma, sobresaliendo a todas, como la sombra de todo a lo que (se) alumbre.


viernes, 6 de diciembre de 2013

10

"Aquella tarde, al decirle
que me alejaba del pueblo,
me miró triste, muy triste,
vagamente sonriendo.
Me dijo: ¿por  qué te vas?
Le dije: porque el silencio
de estos valles me amortaja
como si estuviera muerto.
-¿Por qué te vas? –He sentido
que quiere gritar mi pecho,
y en estos valles callados
voy a gritar y no puedo.
Y me dijo: ¿a dónde vas?
Y le dije: a donde el cielo
esté más alto y no brillen
sobre mí tantos luceros.
La pobre hundió su mirada
allá en los valles desiertos
y se quedó muda y triste,
vagamente sonriendo."

Juan Ramón Jimenez

domingo, 3 de noviembre de 2013

7

Cada vez hay menos estancia en mi cabeza para esas ideas asfixiantes de fobias claustrofobicas con el mundo y la existencia. Recuerdo cuando las tenia como sentía que en cualquier momento podía enloquecer por cualquier cosa banal. Me ponía nerviosa escucharme los latidos del corazón, daba la sensación de que me iba a explotar. Al incorporarme sentía el desvanecimiento de todo mi cuerpo. Como si alguien rompiera mis hombros. Como si alguien rompiera todo lo que sostenía mi cabeza. Entonces mi cuerpo no podía sostenerse por si sólo. Cualquier idea banal o pasajera en mi cabeza se estancaba y radicalizaba haciendo urgente la respiración profunda. Y contaba hasta seis con los dedos de la mano mientras inhalaba, y luego seguía contando con mis dedos hasta tres aguantando el aire en los pulmones, y luego volvía a contar hasta seis exhalando, y contaba otra vez hasta tres pero aguantando los pulmones vacios de aire. Y lo repetia tres veces: 6-3-6-3-6-3-6-3-6-3-6-3. O incluso estaba una hora haciendo la repitición de esa respiración. ¿Os imaginais todos los 6-3-6-3, el calentamiento de mis dedos de no parar de contar?

Aún puedo sentir la dureza y tremenda presión de dichas ideas y pensamientos. Aún sufro momentos pasajeros con el miedo a enloquecer. Con el miedo a vivir en la locura y que esta me deje incapacitada, incapaz e inútil para todo, incluso para estar en mi casa con mi familia. A veces aun sufro momentos pasajeros en los que siento una inmovilidad corporal y ese desvanecimiento (describido anteriormente) estando de pie. Aun hay momentos en los que mi mente piensa y deja tetrapléjico mi cuerpo e inútil mi cabeza. Aun hay días en los que mi cabeza pesa como una garrafa de agua de seis litros. 

Sí, hay momentos pasajeros que sufro dichas ideas y pensamientos asfixiantes del principio y sufro algunos vértigos.Y en algunas noches en la cama siguen actuando como antes. Como si alguien desde fuera hiciera presión contra mi pecho izquierdo con una estaca de madera, una continua presión que se acentúa al inhalar y solo se afloja al exhalar La sensación de tener el corazón y la vida entre la espada y la pared.

 La vida bloqueada por un miedo irreal. Maldita ansiedad. Pero cada vez menos. Risa histérica.